No me paró su desacato,
ni ese mal arte encarnizado,
volví a mi origen:
para cantarle sin descanso
a las estrellas de cada día
mandadas por el lucero
que no debí dejar de besar.
Ya quemé todos aquellos poemas
escupí en su bandera,
robé, desnudo, gemidos ajenos:
pura raza
engendrada a brazos llenos.
La sopa de cariño,
cocida ahora solo con agua,
la tomaré ahogada en vino:
sin más mentira.
Luna, espera, el sol se fue.
O. Valcárcel. Mayo de 2008. Sin astas, sólo verbo.
miércoles, 7 de mayo de 2008
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